Las zapas como icono cultural
Hace poco caímos en la cuenta de que las deportivas son parte de la identidad y de la cultura del estudio. Entre todos atesoramos un buen puñado de sneakers originales, reediciones, ediciones limitadas y modelos irrepetibles. Pero ¿es casualidad? Porque, por otro lado, tampoco es extraño.
Desde hace tiempo, las zapas están en todas partes y funcionan, más que como calzado, como un elemento que habla sobre quién las lleva: sus intereses deportivos, su cultura, su gusto musical… Y han colonizado marcas de lujo como Prada o Gucci y diseñadores de alta costura como Virgil Abloh. Se prevé que para 2025 el mercado del calzado deportivo en todo el mundo ronde los 100.000 millones de euros.
¿Pero cómo han conseguido reinar en todo el globo? ¿Cómo se han convertido en uno de los objetos de deseo más codiciados? Ese cambio de estatus al de símbolo cultural es algo que el Museo de Diseño de Londres ya está explorando a día de hoy. Pero las zapatillas deportivas no acaban, ni mucho menos, de llegar: ya en la década de 1830, The Liverpool Rubber Company (fundada por John Boyd Dunlop) unió por primera vez unas zapatillas de lona a unas suelas de goma. Y su asociación con los deportistas más relevantes tampoco es nada nuevo.
La sociedad de finales del siglo XIX había cambiado mucho gracias al progreso industrial, lo que propició que el interés por las actividades deportivas se disparara. En Inglaterra, ese interés se centraba especialmente en el tenis, y de ahí surgió la necesidad de contar con un calzado más especializado que permitiera jugar mejor en la hierba. En 1929, Dunlop lanzó las icónicas Green Flash, las zapatillas que usó Fred Perry en Wimbledon y que se convirtieron en todo un símbolo.
Esa misma necesidad se abría camino en EE.UU, donde a principios de los años 20, Converse se asocia con el destacado jugador de baloncesto Chuck Taylor para lanzar sus míticas All Star. Una asociación que continúa a día de hoy: las “Chucks” de Converse siguen siendo el buque insignia de la marca cien años después.
Al mismo tiempo, en Alemania, los hermanos Adolf (Adi) y Rudolf Dassler fundan en 1924 la «Gebrüder Dassler Schuhfabrik», la empresa responsable de las primeras zapatillas de atletismo con clavos. Estas fueron usadas por Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 y con ellas ganó cuatro medallas de oro. En estos mismos Juegos, las Chuck Taylor de Converse se convirtieron en el calzado oficial del equipo de baloncesto de EE.UU.
Veinte años después ya era habitual ver a estrellas de cine de los 50 como Marlon Brando usar deportivas con vaqueros, todo un símbolo de rebeldía para la época. Pero la siguiente revolución estaba por llegar.
En 1964, Bill Bowerman y Phil Knight crean Blue Ribbon Sports, cuyo objetivo era mejorar el rendimiento de los atletas en competición. Para aumentar el agarre, se dice que Bowerman vertió caucho en una plancha de gofres y que de ahí nació el clásico modelo Waffle. Blue Ribbon Sports se convirtió en Nike en 1971.
Las zapatillas de deporte se empezaron a comercializar de manera recurrente en los 70. El calzado hacía furor entre los jóvenes, ya que era la mezcla perfecta entre comodidad y admiración por deportistas y celebridades. Después llegaron los 80 y, con ellos, Michael Jordan. Junto a él, Nike creó las Air Jordan 1 con la mejor tecnología disponible hasta el momento y lo que el propio Jordan aportó para que fueran lo que él necesitaba para mejorar su juego.
Porque el diseño está irremediablemente unido a la funcionalidad, por eso la asociación entre deportistas y diseñadores de zapatillas funciona desde hace cien años. ¿Pero qué es lo que hace que unas zapatillas sean “de vestir”? ¿El tiempo? ¿La tendencia? Asociamos las últimas prestaciones y la modernidad a la funcionalidad, pero cuando la tecnología avanza y esa funcionalidad se ve superada por otros diseños más actuales, las zapas pasan a convertirse en clásicos y su diseño trasciende a lo estético.
Es difícil ver fuera de la pista las últimas KD, aunque asumimos que será algo que ocurrirá tarde o temprano. Sin embargo, hemos encontrado una excepción. Unas zapatillas que se usan simultáneamente en el deporte para el que fueron creadas y en la calle: las Vans. Bien es cierto que siendo unas zapas de skate es normal que se usen también como calzado de calle. En cualquier caso, su uso se ha extendido mucho más allá de los skaters californianos y prácticamente todo el mundo tiene al menos un par: niños pequeños, señoras de 60 años con aire juvenil o adictos al gimnasio que nunca hacen cardio.
Pero más allá de esta rara avis, lógicamente, ningún jugador de baloncesto profesional usaría las AJ1 para jugar hoy en día, a pesar de que Michael Jordan se las calzara de nuevo el 8 de marzo de 1998 en el Madison Square Garden para jugar contra los New York Knicks su último partido con la camiseta de los Chicago Bulls. En el descanso, los pies le sangraban por las ampollas pero aún así no quiso quitárselas. Jordan agrandó la leyenda de sus zapatillas al llevar a su equipo a la victoria anotando 42 puntos.
Lo mismo pasa con las All Star: nadie se las pondría hoy para jugar aunque en su día fueron diseñadas para ello. Pero se han reciclado, convirtiéndose en un icono del rock gracias a bandas como los Ramones. Esta no ha sido la única asociación de las deportivas con la escena musical. La cultura underground y la floreciente escena del hip-hop y el rap en los 70 y los 80, estrechamente ligadas también al baloncesto, propició que artistas como Run-DMC llevaran siempre zapatillas como las Adidas Superstar.
Esto dio pie (perdón por el juego de palabras) a que las deportivas se convirtieran en un elemento fundamental de la cultura popular y, como decíamos al principio, en una nueva forma de autoafirmación: quién eres, cuáles son tus gustos o cuál es tu ideología.
La era digital y las grandes inversiones en marketing han terminado por hacer el resto, y hoy en día las marcas gestionan perfectamente las necesidades del público unidas a la moda: reediciones retro, lanzamientos vintage y ediciones limitadas asociadas a una película, una estrella del hip-hop o un atleta.
Los precios se han inflado, hacemos colas físicas y virtuales para hacernos con uno de los modelos más codiciados y, por supuesto, esto ha generado un lucrativo mercado de reventa. Pero pocas cosas te hacen ser más cool que llevar en los pies unas zapas míticas.